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Esta cifra se recoge en el libro La Bolsa y la vida, un gran informe económico de los daños económicos provocados por la ETA y de los diferentes sistemas que utilizó la ETA para financiarse, en el que han trabajado nueve especialistas, en concreto, Josu Ugarte que señala que los 25.000 millones es el coste directo que se ha podido estimar pero que hay numerosos costes ocultos de los cuales no tenemos conocimiento, además de otros costes indirectos que son mucho más difíciles de calcular.
Para estos costes indirectos, Josu Ugarte señala el estudio de los catedráticos Alberto Abadie y Javier Gardeazabal que estimaron que en 2003 se produjo un crecimiento del PIB inferior en un 10% al que hubiera correspondido.
A principios de los años setenta, la dirección de ETA comprueba la rentabilidad de extorsionar a empresarios y profesionales, primero a través de cartas de chantaje y después con secuestros para obtener rescates. Hubo periodos en los que llegó a ingresar unos cinco millones de euros anuales. Josu Ugarte explica que entre 1993 y 2010 se estima que los empresarios y directivos extorsionados rondaron las 10.000 personas.
Hasta 1986, la vía de los atracos proporcionó unos ingresos de 19,5 millones de euros, mientras que la vía de la extorsión facilitó 21,5 millones, para después ser mucho más rentables los secuestros, que entre 1972 y 1996 aportaron entre 103 y 106 millones de euros. La suma de las tres vías arroja unos 147 millones de euros, cifra que seguramente será mucho mayor, ya que, según explica Ugarte, aún hay periodos de los que por ahora no hay información documental contrastada.
Tras estas cifras, estos fríos números, hay miles de personas. Josu Ugarte explica que entre 1993 y 2010 se estima que los empresarios y directivos extorsionados rondaron las 10.000 personas. Por lo que se refiere a los secuestros en total fueron 49: de ellos, 38 fueron secuestrados y otros 11 además de sufrir captura también fueron tiroteados en las piernas. Los secuestros tenían una doble función; además de para recaudar dinero, eran una estrategia muy útil para generar más miedo entre los empresarios que quisieran resistirse a no pagar lo que se les pedía en las cartas de extorsión.